🚧 EMERGENCIA DANA 🚧

También son vacaciones de verano en Benín. Las calles de Cotonou están llenas de gente, de motos, de contaminación, de ruídos y sustos. No nos gustaría ver a tantos niños por la calle. Nos gustaría pensar que están en la playa jugando, o en escuelas de verano, o en el campo… Sobre todo porque van montados en motos, cuando apenas son bebés, porque sus mamás no tienen otro medio de transporte, sin ninguna seguridad.

O porque transportan mercancías para vender sobre sus cabezas, o porque vagabundean por los vercados esperando hacer un recado que les permita comer. Hay demasiados niños por las calles de Cotonú. La mala noticia, es que llegará septiembre, y la cosa… no se solucionará. Es cuestión de miseria… demasiada miseria.

Nos cuentan que muchos niños viven en los mercados, duermen en los mercados… Hay organizaciones, como el centro Mama Margarite de Don Bosco, que realiza campañas de sensibilización y dispone de educadores sociales que acuden al mercado de Dantokpa para escuchar a los niños y les ofrecen acudir a dormir a su centro, para que no corran el peligro de los riesgos de dormir en la calle: raptos, violaciones, asesinatos para traficar con órganos, etc. Se habla de que la vida de un niño beninés puede costar 30€. Escalofriante.

Benín es uno de los países que está experimentando una mayor crecimiento urbano de África, y del mundo. Las familias huyen de los entornos rurales esperando encontrar un futuro mejor en las ciudades, sin embargo, la miseria se apodera de muchos. El escaso control de natalidad, la poligamia, y la pobreza hacen que crezca el número de niños abandonados que deambulan por las calles. El interés de las organizaciones es de reinsertarlos en sus familias, pero lamentablemente, casi siempre fracasa, por la falta de medios de estos. Los propios niños huyen de la situación de desamparo.

Este verano un equipo de voluntarios de la fundación nos desplazamos a Benin, para realizar talleres con niños y niñas, identificar nuevos proyectos y supervisar los ya comenzados.

No nos llama la atención que la segunda causa de enfermedad, después de la malaria, sean los problemas respiratorios. ¿cómo no? Miles de motocicletas conviven en un enjambre urbano donde la gasolina nigeriana se vende en botellas en cualquier esquina, por supuesto, por cualquier niño.

De la mano de Juan, un médico especialista en medicina laboral, que, por supuesto, no encuentra trabajo en Benin, conocemos el hospital de Calaví. Un hospital privado, regentado por religiosas y especializado en rehabilitación, donde fabrican prótesis que la mayoría de benineses no se pueden permitir. Por eso no venden casi, nos dicen, y por eso no tienen fondos para atender a sus pacientes, a los que les tienen que cobrar una cantidad mínima para poder mantenerse. Les dejamos a ellos todas las medicinas que hemos llevado, que no son pocas.

En Benín hay muchos orfanatos. Prácticamente la totalidad regentados por religiosas y religiosos. El motivo de que los bebés acaben en instituciones en Benín es la muerte de la madre en el parto, en primer lugar, o el abandono del pequeño por algún tipo de superstición (por ejemplo, el hecho de que nazca con dientes). El estado no dispone de partidas presupuestarias para servicios sociales ni bienestar social, por lo que las hermanas o misioneras han de acudir a la cooperación al desarrollo o ayuda externa. Visitamos el orfanato de Abomey (uno de ellos), donde los pequeños pueden permanecer hasta los 5 años de edad. A partir de entonces, el objetivo de las hermanas y educadores sociales es de reinsertarlos en las familias o comunidades. Muchos de ellos son admitidos porque ya son considerados mano de obra. Nos reciben bien, y nos piden medicinas y leche para los bebés. Allí no hay contaminación, pero los mosquitos de la malaria están por todas partes.

Les preguntamos por las adopciones internacionales. «no hay, nos dicen». Lamentablemente, el futuro de estos bebés, en muchos casos, será la calle.

Tras nuestra partida, nuestras representantes en Benín fueron a entregarles las medicinas y la leche prometidas, alguna mosquitera y chucherías para los más mayores.

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